lunes, 11 de febrero de 2008

¿Somos sensibles al precio de la electricidad?

Esta es la versión original del artículo publicado en SOITU:

¡Pues claro, hombre! diría cualquier español. No hay más que ver cómo, cuando se acercan las elecciones, todos los partidos juran y perjuran que no van a tocar la tarifa eléctrica, no sea que eso les suponga unos cuantos millones de votos menos…o cómo, cuando un partido llega al poder, lo primero que hace es subir la tarifa justo un pelo menos que el partido anterior, para demostrar lo que piensan en nosotros pobres consumidores…Así que, sí, parece que sí somos sensibles al precio de la electricidad.

Pero, ya hablando en serio, lo cierto es que la teoría económica nos dice lo contrario: en general, ante un cambio en los precios de la electricidad, lo normal es que queramos seguir consumiendo lo mismo. En jerga económica, nuestro consumo de electricidad es poco elástico al precio, es decir, ante un cambio porcentual en el precio de la electricidad, nuestro consumo no cambia apenas porcentualmente. Esto tiene una justificación clara en los libros de microeconomía: la electricidad es un bien básico, que representa una pequeña parte de nuestro presupuesto (para algunos consumidores industriales esto no es así, ellos sí son elásticos, porque se juegan mucho dinero), y que además no tiene sustitutivos claros. Así que cumple todos los requisitos para ser un bien con elasticidad demanda-renta casi nula o al menos muy pequeña.

Esta falta de elasticidad nuestra es una pena. Y lo es porque, como ya se ha dicho repetidas veces (véase este estudio, por ejemplo), una posible herramienta para reducir el consumo de electricidad es dar las señales apropiadas de precio al consumidor. Si, ante precios más altos en algunas horas, redujéramos o desplazáramos nuestro consumo, podríamos conseguir importantes ahorros de electricidad (y de dinero, y de emisiones de CO2). La reciente Directiva de la Comisión Europea que pretende reducir un 20% del consumo de energía en Europa no hace más que recordarnos que la mejor manera de tener seguridad energética y de no contribuir al cambio climático es consumir menos, así que podemos ver cómo de importante es esto de la sensibilidad.

Afortunadamente, y en contra de los libros de texto, cada vez hay más estudios que demuestran que todavía hay esperanza, y que, dado el contexto adecuado, los consumidores sí responden al precio de la electricidad modificando su consumo. Y que además, ahorran dinero. ¿Y cómo puede hacerse esto? Pues muy fácil, o muy difícil, según se mire.

La clave está en dar al consumidor la información suficiente sobre el precio de la electricidad en cada momento, para que, si él quiere, deje de consumir en los momentos en que está más cara, y consuma cuando está más barata. Vamos, algo así como los planes de los teléfonos móviles: si llamas en unas ciertas horas, te cuesta poco. Si llamas en hora punta, cuesta mucho. Así que lo que hacemos muchos es llamar cuando es barato, claro. Pues con la electricidad se trata de hacer lo mismo. La dificultad está en que es difícil saber con antelación cuando va a estar barata o cara, así que, o bien se hacen una serie de supuestos de antemano (como las tarifas de los teléfonos) o se monta un sistema de información en tiempo casi real para que el consumidor sepa a qué precio tiene que pagar la electricidad en cada momento. Esto es lo que han hecho por ejemplo en el estado de Washington, en EEUU, con unos resultados muy positivos. El informe muestra cómo el 80% de los consumidores, si se les daba la opción y la información, movían sus consumos en el tiempo para adaptarse a los distintos precios, y conseguían ahorros de energía del 10%, y ahorros en la factura de hasta el 30%.

En España nos estamos preparando también para aplicar esta idea. Para eso, entre otras cosas, sirven los contadores inteligentes que ya se han empezado a instalar (y que acabaremos teniendo todos), y para eso se está financiando públicamente un proyecto de investigación muy ambicioso, el CENIT-GAD, en el que participan muchas compañías eléctricas, de ingeniería, y de electrodomésticos: se trata de dotarnos de la infraestructura suficiente (contadores inteligentes, pero también información y electrodomésticos inteligentes) para poder recibir señales de precio, y responder a ellas, automáticamente o no.

La gran pregunta es si nosotros, como los americanos del estudio, estaremos dispuestos a mover nuestros consumos para ahorrarnos dinero. Si uno lee la teoría económica, parece que no. Si sigue la campaña electoral, parece que sí. ¿Qué os parece? ¿Estaríais dispuestos a poner la lavadora más tarde, o a cambiar la hora de la ducha a cambio de ahorraros algo de dinero? (No pregunto por ver en diferido el partido de fútbol porque me parece demasiado…).

1 comentario:

Indi dijo...

Hola Pedro!

Tengo una pregunta que no sé si tendrá interés: ¿las subastas zonales de la GAD (cuando hay contingencias) dónde tendrían sentido dentro de la secuencia del mercado eléctrico (antes de la resolución de restricciones, después...)? ¿Y qué zonas habría que considerar? ¿Las mismas que para la regulación secundaria?

Por cierto, vaya lío tiene la gente con lo de la tarifa, tienes razón, hoy he visto que un banco recomendaba comprar acciones de Iberdrola porque subirá la tarifa...

Por cierto, ¿y eso de meter el déficit de tarifas en los presupuestos que te parece?

Enhorabuena por el blog, de verdad, me tengo que meter más a menudo.

PD: yo creo que sí que seremos sensibles al precio de la electricidad cuando suba su precio. Es como las barras de pan: mi padre compra siempre 2 porque son baratas y luego una no la comemos, si fuera más cara se lo pensaría más.