sábado, 14 de febrero de 2009

Pagar para ir al monte

Así se llama un artículo de El Mundo en el que se discute acerca de algunas iniciativas de cobrar por permitir el acceso a algunos espacios naturales. Algunos expertos consideran que no se debe cobrar por ello. Esto, aunque puede estar muy bien desde el punto de vista "social", no es muy inteligente, porque equivale a asignar un valor nulo a los recursos naturales, y ya sabemos las consecuencias que tiene eso. Como dice mi maestro Carlos Romero, no conservaremos bien lo que no vale nada, o lo que vale infinito. Y por tanto, tampoco es razonable el libre acceso. Aunque, siendo justos, eso no es exactamente lo que proponen estos expertos: lo que dicen es que se limite el acceso, pero que no se cobre por él:
Algunos de los mayores expertos en esta materia no confían en esta fórmula como la solución a los problemas de conservación que genera el exceso de presión humana sobre parajes delicados. «No entiendo que deba ser de pago. Tenemos ejemplos como el bosque de Muniellos en el que no pueden entrar más de 20 personas cada día para que se pueda preservar su ecosistema, pero, aunque haya que pedir permiso para entrar, se hace de forma gratuita», afirma Ignacio Abella, escritor de varias obras sobre árboles.
Lo que está proponiendo Abella es el racionamiento, que, como ya se demuestra para cualquier otro bien, tampoco es eficiente: puede haber gente que esté dispuesta a pagar una cantidad positiva por disfrutar del bien, pero no puede hacerlo por el racionamiento, y a lo mejor el que entra no está dispuesto a pagar casi nada. También se puede argumentar: bueno, es que el que consigue entrar es porque ha hecho una cola, o se lo ha trabajado bastante, y por tanto está reflejando su valor por el bien, con lo que los que entran son los que más lo valoran. Pues tampoco: no tiene por qué coincidir la disposición a pagar por el bien con el valor del tiempo (que al fin y al cabo es lo que se gasta estando en una cola), y podría pasar que el que consigue el permiso después de aguantar una cola esté dispuesto a vendérselo a otro por más dinero (como pasa por ejemplo con los partidos de fútbol).

Si este racionamiento no fuera gratuito, sino que se hiciera por ejemplo por una subasta (o usando un precio estimado), el bienestar total mejoraría: entrarían los que estuvieran dispuestos a pagar más, y además se obtendrían fondos para cuidar el espacio natural. El único problema de esto es distributivo: puede ser que los que menos dinero tienen no puedan disfrutar nunca del sitio. Para esto hay otras soluciones mejores para esto que simplemente no cobrar (darles el dinero por otras vías, permitirles que entren en períodos de baja afluencia, etc.).

PD: Por cierto, Ignacio Abella creo que es el autor de La Magia de los Árboles, un libro fantástico que recomiendo a los que les guste el tema.

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