jueves, 7 de febrero de 2013

Sobre la financiación de la investigación

Hoy Rafa Méndez saca un artículo en El País sobre los problemas de la financiación privada en la investigación, en el que además cita mi declaración de conflicto de intereses (nunca pensé que llegara tan lejos esto :)). Este es un tema complejo, en el que no hay blanco ni negro, y por tanto creo que vale la pena darle un poco más de espacio a matizar algunas cosas y hablar de otras que no se mencionan en el artículo de Rafa. Aunque aquí este tema no es muy habitual, en EEUU, por las circunstancias de su sistema investigador y universitario, fundamentalmente privado, se ha debatido ya mucho sobre el asunto, hace tiempo blogueé algo sobre el asunto..

Lo primero que creo que hay que decir es que la financiación privada de la investigación no sólo es un mal menor, tal como se puede interpretar muchas veces: como no hay financiación pública, alguien tendrá que pagar la investigación...La financiación privada también es prueba de que la investigación tiene un interés social. Como siempre dice Michel Rivier, una investigación financiada de forma privada responde a una demanda social comprobada. Otra cuestión es si debe ser la única: la demanda de las empresas no tiene por qué coincidir con la sociedad, y por tanto puede ser necesario un complemento de investigación más a largo plazo, que también podrían financiar empresas o fundaciones, o el sector público.

Otro tema importante: el riesgo no está asociado sólo a la financiación por parte de empresas. ¿O es que no se generan conflictos de intereses cuando te financia el sector público?¿También se pueden decir tranquilamente cosas que vayan en contra del Gobierno, o de una Fundación, o de la CNE, si son ellos quien te financian? Vamos, que aunque habitualmente se criminaliza a las empresas, yo creo que el riesgo de conflicto de interés no es sólo de ellas.

En todo caso, y una vez aclarados estos puntos, la pregunta fundamental es cómo evitar el conflicto de interés. Aquí creo que hay cosas que hacer por las dos partes, tanto por los financiadores como por los financiados. Un posible problema es la falta de cultura en este campo de los financiadores en España. Aquí  a veces resulta difícil (aunque no imposible, yo afortunadamente he tenido muchas experiencias muy positivas) que los financiadores entiendan que el pagar una investigación no les da control sobre los resultados. En EEUU en cambio esto lo tienen muy claro, al menos en las universidades de prestigio. Esto no significa que allí no haya problemas. Uno de los campos más problemáticos es el médico-farmacéutico (para los interesados, el blog Bad Science de Ben Goldacre es demoledor). También en energía hay problemas, por ejemplo respecto al shale gas.

Pero como decía, en España también hay experiencias positivas. El ejemplo del IIT creo que también es muy bueno a este respecto: el IIT lleva 30 años financiándose por empresas sin que ello haya comprometido su independencia, como muchos pueden comprobar. Y seguro que hay muchas instituciones que también reciben patrocinios de empresas sin ver comprometido su punto de vista.

Lo malo es que muchas veces la frontera no está clara, y resulta difícil delimitarla. No tiene sentido impedir la financiación privada, ni hacer que los que la reciben no opinen de cosas importantes. Por eso, al final creo que la respuesta principal está en la transparencia: si uno revela sus fuentes de financiación, se podrán meter con él (como hacían conmigo a veces en Soitu.es), pero su conciencia estará tranquila. Aquí creo que está el aspecto en el que más tenemos que trabajar desde los financiados, en revelar tranquilamente nuestras fuentes, y ser todo lo consecuentes y rigurosos que podamos en nuestra investigación.

1 comentario:

Pedro Linares dijo...

Me pasa Mariano Marzo (que también tiene una declaración como la mía en su web) este comentario:

Estoy completamente de acuerdo contigo en que hay que explicitar las fuentes de financiación y/o las relaciones con la industria, administración, fundaciones, etc.... Esta información debería constar en los CV de presentación que todos tenemos en las webs de nuestras instituciones.
Dicho esto, me gustaría incidir en el hecho de que la mayoría de los académicos que recurrimos al "mecenazgo privado" para financiar nuestras investigaciones y estudios somos perfectamente conscientes de que nuestro activo más importante (“nuestro prestigio”) es el de nuestra independencia, imparcialidad y objetividad, resultantes de la aplicación a rajatabla del método científico.
El problema es que, inevitablemente, tarde o temprano, esta actitud choca con la de algunos colectivos que “al no escuchar lo que les gustaría escuchar” no dudan en utilizar tácticas de desprestigio social.
Y ante esto no cabe más que aguantar el chaparrón, reafirmándonos, eso si, en la transparencia, la imparcialidad y nuestro método. A fin de cuentas, si hacemos bien nuestro trabajo, los científicos estamos llamados a ser una especie de “Pepito Grillo”, unos “creadores de problemas”, de difícil encaje en una sociedad en la cualquiera puede recurrir a Internet para reafirmarse en sus apriorismos y prejuicios.