viernes, 9 de agosto de 2013

De la economía de la felicidad y la buena vida

Un par de libros curiosos que he leído esta semana, y que creo que se merecen una reseña en el blog: Happiness, de Richard Layard, y How much is enough, de Robert y Edward Skidelsky.

Digo que son curiosos porque, aunque escritos con unos cuantos años de diferencia (2004 vs 2012), cuentan con elementos muy similares pero a la vez buscan el antagonismo (bueno, los segundos con el primero, claro).

El elemento similar fundamental es su objetivo: los dos defienden que hay que abandonar el crecimiento (o PIB) como objetivo económico y sustituirlo por alcanzar algo para lo que, aunque usan palabras distintas, cuando lo explican viene a ser muy parecido: la buena vida, o la vida feliz.

Más similaridades: los principios en los que debe basarse esta vida son muy parecidos. Layard los llama los Big Seven: relaciones familiares, situación financiera, trabajo, comunidad y amigos, salud, libertad personal, y valores personales. Los bienes básicos de los Skidelsky son: la salud, la seguridad, el respeto, la autonomía, la armonía con la naturaleza, la amistad y el ocio. De hecho, los dos referencian a Sen o Nussbaum (aunque curiosamente se olvidan de Maslow). También proponen políticas parecidas para alcanzar esta felicidad en lugar de el crecimiento: impuestos al trabajo, desincentivar los anuncios (para reducir el consumo innecesario), reducción del desempleo...

Lo curioso, como decía, es que los Skidelsky buscan el antagonismo, repartiendo mandobles a Layard y al resto de los economistas y filósofos sospechosos de liberales (Rawls, Sen, Nussbaum). Su argumento principal: que la buena vida no es una cuestión económica (como defiende Layard, que se basa en el más puro utilitarismo de Bentham, aunque explicado de forma tal que yo me podría considerar utilitarista), sino un asunto moral. Sus apoyos por tanto están mucho más en el ámbito de la filosofía (sobre todo aristotélica, claro), citando también con frecuencia a la doctrina social de la Iglesia católica.

Los dos libros son interesantes de leer, pero también tienen unos cuantos problemas, uno de mayor calado y otros menores. El de mayor entidad es que cualquier planteamiento de este tipo, en el que se pretende que el objetivo a perseguir por los gobiernos sea una combinación de bienes más o menos virtuosos, se encuentra fácilmente en las fronteras del paternalismo. Aunque en general seguro que todos estamos de acuerdo en gran parte con los principios para la vida virtuosa, lo difícil llega cuando hay que concretarlos, y sobre todo, cuando hay que darles distintas prioridades y recursos (algo que los Skidelsky por ejemplo niegan por principio). Entiéndaseme bien, coincido totalmente con la crítica del crecimiento por sí mismo, y con el propósito de buscar la vida virtuosa (aquí por ejemplo lo defendía ya públicamente el año pasado). Lo que no tengo claro es que los sistemas que proponen ellos para lograrlo sean los mejores, porque en última instancia dependen de alguien que decide qué es lo que nos conviene. Y si ese alguien no es muy fiable, pues mal vamos...me ahorro aquí el chiste fácil sobre la virtud de nuestros políticos contemporáneos, sobre todo en España.

Y luego, pues también los dos tienen puntos cuestionables, sobre todo el de Layard, que trata de ser muy cuantitativo en un tema en que es muy difícil serlo, y que interpreta a veces de forma poco rigurosa e interesada distintos estudios sobre la felicidad. Los Skidelsky tampoco argumentan demasiado bien algunas de sus propuestas, pero, al volar a distinta altura, pueden ahorrarse algunos obstáculos.

En fin, que como decía: dos lecturas interesantes, con un propósito loable, y una línea de investigación que seguro da para mucho.

ADD: Una versión folk de estos libros que acabo de leer hoy por curiosidad.

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