sábado, 19 de octubre de 2013

Bancos de conservación

Parece que el gobierno quiere promover los bancos de conservación como instrumento de compensación de daños ambientales. La idea no es necesariamente mala, de hecho ya se ha propuesto por gente no muy sospechosa de estar "vendida al capital" (Anil Markandya y David Pearce), como una forma de lograr la sostenibilidad fuerte. Así, esta escuela de pensamiento dice que si bien el capital natural no puede ser sustituto del económico (como propone la sostenibilidad débil), sino un complemento, sí que es posible realizar sustituciones o compensaciones entre distintos tipos de capital natural.

Esta opción no requiere estimar ningún valor para el capital natural, precisamente porque no hay que sustituirlo. Cuando sí hace falta poner precio es cuando se constituye un banco de conservación, básicamente para permitir las transacciones dentro del banco. Cuando un promotor requiere realizar una compensación de un daño, en lugar de hacerlo directamente, puede acudir al banco y pagar (comprar) una medida compensatoria equivalente. Lo que pasa es que este poner precio no supone necesariamente poner precio al hayedo o a la pradera de posidonia, sino a la medida compensatoria, que no es exactamente lo mismo.

La ventaja de estos bancos de conservación es que, al ampliar el pool de medidas compensatorias para una actuación que resulta en un daño ambiental, abaratan el coste de dichas medidas. Y esto es bueno, siempre que se consiga el objetivo buscado, es decir, compensar el daño, porque así, con el dinero que nos ahorramos, podemos hacer otras cosas (en principio beneficiosas). Y si además esto facilita que se realicen las medidas compensatorias, pues también eso que ganamos.

Por supuesto, el diablo está en los detalles. Si resulta que no estamos compensando el daño, pues entonces lo único que estamos haciendo es crear unas rentas que no servirán para nada. Si esto lo que supone es que se permite dañar ecosistemas de manera más fácil que antes, pues tampoco, claro. Y por supuesto, otra cuestión es la distributiva: si los afectados por la primera actuación no son los compensados por la compensatoria, también habrá problemas. En cualquier caso, y frente a todas las críticas que se recogen en el artículo, hay una cuestión importante: hay que ver cuál es la alternativa. Si el no permitir compensar el daño supone que no hacemos nada, esto también puede tener consecuencias negativas para el bienestar. Sería el resultado o lo equivalente a dar un valor infinito a todo el capital natural, que tampoco es posiblemente lo correcto.

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